Algo que sorprende acerca de la manera como vemos nuestro organismo, es que en nuestra concepción actual sobre el pensamos que sus partes son separadas.
Nos hemos olvidado que somos una unidad, cada parte de nuestro cuerpo funciona con y gracias a otras que interactúan de manera sorprendente para mantenernos vivos.
El cuerpo procesa miles de reacciones químicas por segundo; posee alrededor de cien billones de células, la mayoría de las cuales tiene un diámetro de menos de una décima de milímetro. Dentro de cada célula hay un corpúsculo negro llamado núcleo y en su interior se encuentran dos series completas de genes; una serie que procede del padre y otra de la madre. Cada cromosoma está constituido por un par de larguísimas moléculas de ADN (ácido desoxirribonucleico).
Los cromosomas de una célula abarcan casi dos metros y los de todas las células del cuerpo abarcarían ciento sesenta mil millones de kilómetros, y hay novecientos sesenta trillones de kilómetros de ADN humano en la Tierra, lo suficiente como para llegar a la galaxia más próxima.
Nuestro cerebro es una maravilla técnica, con cerca de treinta mil millones de neuronas, cada una con diez mil conexiones con otras neuronas, que se regulan sin que conscientemente participemos de ello.
Un corazón en reposo late cerca de 86.000 veces cada día, sin que siquiera lo notemos o hagamos algún esfuerzo.
Toda esta sorprendente complejidad funciona por la interconexión, no hay nada separado. Lo que afecta una parte del cuerpo tiene consecuencias en otras.
De la misma forma, cuando el cuerpo está en condiciones para sanar, la sanación es total. Nuestros organismos cuando pueden sanar lo hacen sin discriminaciones, sanan en conjunto. Es por esto que cuando le proveemos de las condiciones propicias a través del alimento y un estilo de vida correcto el cuerpo sana de manera integral.
Por esta misma razón, en general, la dieta adecuada es una sola, aquella que sirve para prevenir o en muchas ocasiones curar, el cáncer es la misma que nos va a proteger contra la diabetes, las enfermedades del corazón, el Alzheimer, el lupus, la osteoporosis o la artritis, entre otras muchas enfermedades.
Al contrario, cuando una persona no tiene salud la sucesión de enfermedades se produce. Hipertensión, diabetes y el infarto se desencandenan en muchas ocasiones una tras otra.
Aprender a nutrirnos de manera realmente adecuada, es un seguro de vida. Todo lo que podamos hacer para que cada bocado que nos llevemos a la boca esté generando salud es nuestra garantía para una vida larga, plena y saludable.
Para llegar al destino hay que dar un primer paso y luego otro tras otro. No lo dejemos para cuando sea muy tarde.
En el libro «EL PODER DEL ALIMENTO» y en este blog hay gran cantidad de información para iniciar el cambio, poco a poco se pueden ir incorporando sencillos hábitos saludables. Lo importante siempre es empezar.