Los brotes de semillas germinadas representan el punto de mayor vitalidad de una planta. Las semillas tienen el potencial de generar una nueva vida a través de una nueva planta y transferir esta energía vital al ser humano.
Los germinados son un alimento vivo usado desde la antigüedad (hay evidencia de uso desde el año 3000 aC en China) con un poder nutricional excepcional, son un manantial de clorofila, enzimas, fitonutrientes, vitaminas, minerales y proteínas, excelentes para una alimentación con vida.
Las semillas una vez germinadas son un ser vivo que sigue creciendo y por esto cuando las comemos crudas nos aportan, como veremos a continuación, nutrientes que otros alimentos cosechados días antes de nuestro consumo ya no pueden tener en las mismas proporciones.
La semilla está compuesta de una estructura base llamada germen o embrión y de una reserva nutritiva que lo alimentará al desarrollarse, todo esto recubierto por una envoltura que los protege. Antes de la germinación las semillas ya son una fuente superior de sustancias energéticas de reserva como glúcidos, prótidos, lípidos, sales minerales, vitaminas y fermentos.  
La semilla empieza a desarrollarse tan pronto entra en contacto con el agua, el oxígeno y la temperatura adecuada. El agua penetra en la semilla y duplica durante esta fase de absorción su volumen, reventando la cáscara protectora. Entonces sus enzimas se activan y comienza una fantástica transformación.
Por acción de las enzimas se desencadena la siguiente metamorfosis: Las sustancias de reserva son predigeridas y se convierten en aminoácidos (proteínas), esenciales para los seres humanos. Las sales minerales se multiplican. Se sintetizan abundantes vitaminas y fermentos. Las grasas de las semillas se convierten en ácidos grasos y el almidón en maltosa y dextrina, azúcares más simples que exigen al aparato digestivo menos esfuerzo. La energía se libera más rápido y se produce un efecto estimulante. Se forma la clorofila, una bio-molécula vital en la foto-síntesis y en la nutrición.
Los ácidos y las toxinas, que de forma natural acompañan a las semillas para su protección, se descomponen. El contenido de agua pasa de un 5 a un 12% en las semillas hasta un 70% en los germinados. Dentro de las sorprendentes propiedades de los germinados hay que destacar su aporte enzimático.
Las enzimas son moléculas que sirven de catalizadores en las reacciones químicas de las células. Sin ellas, muchos de los procesos celulares no se podrían realizar y otros se desacelerarían. El metabolismo de las células es determinado por el conjunto de enzimas presentes en ella.
Hoy sabemos que la longevidad del ser humano está fuertemente ligada a la de sus enzimas. Los humanos nos nutrimos no solo por lo que comemos sino por lo que es absorbido en la digestión. Todo alimento puede ser un veneno potencial hasta que se convierte en estructuras simples por las enzimas.  Hay dos clases de químicas que construyen vida: una se encuentra en la comida cruda y se llama enzima exógena. La otra es producida por nuestro propio cuerpo y se denomina enzima endógena.
Entre más enzimas se obtengan a través de fuentes exógenas, como la comida cruda, se tendrá menos necesidad de que el páncreas y los leucocitos las proporcionen, liberando así todas las enzimas endógenas para los procesos de mantenimiento del cuerpo y el tratamiento de desechos internos. Un estudio del famoso hospital Michael Reese de Chicago,* liderado por los doctores Meyer y Necheles Becker, ha mostrado que comparando un grupo de personas mayores de 69 años de edad con jóvenes adultos, los jóvenes tienen treinta veces más enzimas en la saliva que los mayores.También se observó que las personas con mayor cantidad de enzimas tienen patrones de mayor longevidad.
Los resultados de El estudio de China o las cifras de longevidad que he señalado previamente, en países como Laos o la isla de Creta, es claro que las poblaciones que mejor y más viven tienen un alto consumo de alimentos crudos, ricos en enzimas. Hay evidencia amplia sobre la conexión entre un buen nivel de enzimas en la dieta y la longevidad saludable. Si se quiere profundizar en el tema, recomiendo el libro Food enzymes for health and longevity, del Dr. Edward Howell,** uno de los pioneros en investigación sobre este importante asunto.
Aparte de las muy importantes enzimas que nos aportan los germinados, estos brotes también son ricos en clorofila, otra sustancia excepcional que aporta oxígeno y mejora la respiración celular, activando así el metabolismo, incrementando sus defensas, su resistencia y su capacidad regeneradora; es un excelente depurador de la sangre que frena las infecciones. Actúa muy bien en casos de arterioesclerosis y contra el aumento del colesterol, rebaja el gasto de insulina y mejora la actividad de la glándula tiroides.
La clorofila equilibra el balance ácido-alcalino y contiene una asombrosa cantidad de vitaminas, siendo las más predominantes la A, C y H, pero también contiene vitamina E y K, aparte de varias del complejo B y ácido fólico. * Life Extension Magazine: http://www.lef.org/magazine/mag99/apr99-cover.htm ** Dr. Edward Howell, Food enzymes for health and longevity, Lotus Press, Missouri,1994.  Los germinados también son abundantes en minerales y oligoelementos orgánicos, elementos básicos para el funcionamiento de nuestro metabolismo.
Potasio, hierro, calcio, figuran entre los minerales presentes más comunes. El yodo, zinc, selenio, cromo, cobalto y silicio entre los más frecuentes oligoelementos que encontramos en los brotes germinados. A manera de ejemplo, los germinados de sésamo proporcionan un calcio asimilable y en la misma cantidad del que ofrece la leche de vaca.
Como si fueran pocas virtudes, los brotes son también una fuente de proteína. Proporcionan los ocho aminoácidos esenciales y en una buena mezcla de brotes de cereal y de legumbres se pueden encontrar también los catorce aminoácidos restantes. Con esta mezcla se puede reemplazar cualquier otro alimento que suministre proteínas de fuente animal.
Algunos autores remarcan el contenido de alcaloides de los germinados, los cuales producen de forma natural para defenderse de ataques externos. No obstante, las pequeñas dosis de alcaloides de los germinados ayudan a fortalecer el sistema inmune. Es sólo en grandes dosis de un mismo germinado cuando se podrían volver un problema. Conviene por tanto variar e intercalar los germinados para no consumir siempre el mismo tipo.
Y lo mejor es que son sencillos de cultivar, pues solo se necesitan las semillas, agua y luz solar y en apenas dos días algunos ya están germinando. La mayoría de las semillas y legumbres se pueden germinar en un frasco de vidrio, dejándolas en remojo 24 horas y luego colocándolas en el frasco sin agua y mejor sin luz; se deben enjuagar dos veces al día con agua y nuevamente dejarlas sin agua en el frasco con la boca inclinada para que escurra el agua restante. Cuando hayan crecido, y antes de comerlos, se dejan uno o dos días a la luz solar para que se genere la clorofila.
En algunos supermercados se pueden comprar los brotes ya germinados, lo cual es también una alternativa.Ya sea que se germinen en casa o se compren, lo mejor es buscar semillas o brotes ecológicos.
Hay multitud de usos para la cocina siendo todos ellos muy sencillos pues basta añadir los germinados a cualquier preparación ya que se comen crudos y complementan de forma maravillosa cualquier ensalada, sopa o plato.