¿Sabe usted que es un organismo genéticamente modificado (GMO) y como afecta su salud?
¿Sabe que muchos de los alimentos que hoy consume contienen estos productos tóxicos de la ingeniería química?
Las semillas de los alimentos que hemos consumido durante siglos son fruto del desarrollo que la sabiduría de la naturaleza ha creado para nosotros.
Recientemente, empresas químicas multinacionales, lideradas por Monsanto, Bayer y Dow han desarrollado mediante ingeniería genética, semillas que a nivel celular producen un pesticida diseñado para combatir ciertas plagas y que son capaces de sobrevivir al ser aplicados los insecticidas y plaguicidas que matan estas plagas y otras especies a su alrededor. Productos que luego las mismas compañías químicas venden a los agricultores y sin los cuales es imposible sostener el cultivo una vez plantadas las semillas transgénicas que ellos mismos han desarrollado.
El uso de estas semillas de ingeniería química no solo esta cambiando la faz de la tierra y provocando enormes daños medioambientales sino que representan una carga tóxica para la salud animal, matando a muchos de ellos y un peligro para el ser humano pues terminan presentes en la sangre de quienes consumen alimentos en donde estos pesticidas se han utilizado.
Veamos por ejemplo el caso del maíz: Un estudio reciente elaborado en Canadá encontró que el 93% de las muestras de sangre tomadas a mujeres embarazadas y el 80 % de las muestras tomadas de los cordones umbilicales dieron positivo al examinar la presencia del insecticida Bt producido por Monsanto.
Andrew Kimbrell director del centro para la seguridad alimentaria de Estados Unidos ha recopilado durante años información científica como la arriba mencionada en la cual se prueba que el Bt es un producto tóxico tanto para la salud de los hombres como para los animales. Este insecticida termina en la sangre humana y como puede ver también se transmite a los hijos desde antes de su nacimiento.
La manipulación genética nos amenaza no solo con los pesticidas contenidos en las semillas mismas, ya de por si tóxicas, sino con las toneladas de pesticidas que luego son rociadas en los cultivos.
En Estados Unidos, por ejemplo, el 53 % de la superficie agrícola sembrada esta dedicada a cultivar maíz y soja transgénica, de su producción cerca del 97 % se envía a las fábricas de animales para consumo humano y a la elaboración de combustibles.
El departamento para la agricultura de los Estados Unidos en publicación reciente indica que el uso del potente herbicida 2,4 D ha aumentado de 62 millones de libras en 1,996 hasta 128 millones de libras en 2012. Otro de los fatales resultados del uso de estos pesticidas es que las plagas se van haciendo resistentes a los herbicidas y por ello se multiplican las cantidades de los químicos que se hacen necesarios para controlarlas y cuando ya el tienen que usarse otros como la Dicamba. De acuerdo con Dave Mortensen de la universidad de Penn State en solo Estados Unidos se van a requerir cada año 800 millones de libras adicionales de pesticidas entre Roundup, 2,4-D y Dicamba para las plantaciones de maíz, soya y algodón.
El uso de semillas transgénicas es uno de los mas graves problemas a los que se enfrenta la salud humana y la del planeta. Estos millones de toneladas de pesticidas arrasan con toda la diversidad de especies de fauna y flora, contamina los suelos, las aguas, los ríos y los mares que hoy se encuentran cargados de metales pesados.
Los monocultivos de unas solas semillas han acabado también con la bio-diversidad y están arrasando especies enteras. Baste decir que las abejas están muriendo a tasas del 50 % anual y que sin ellas no ha agricultura posible. Mueren envenenadas por los nuevos pesticidas neonicotinoides elaborados por Bayer según se ha comprobado por distintas organizaciones científicas.
Los consumidores tenemos en nuestras manos la solución: la única manera de acabar con este negocio infame es a través de nuestro bolsillo. Cuando compramos productos ecológicos estamos garantizando que el negocio de la agricultura química se termine. No hay otras solución.
El sello de que otorga la cualidad de «orgánico o ecológico» implica el no uso de pesticidas químicos en los cultivos, con lo cual tenemos la certeza de que en nuestra comida no se han utilizado estos productos.
Otra manera de evitar los productos transgénicos es mirar las etiquetas, en algunos países, como en Europa, los productos manipulados genéticamente tienen que estar identificados, no obstante en Estados Unidos y muchos países de América y Asia no existe obligación de identificarlos. Algunos productores de calidad identifican sus productos como no manipulados genéticamente o por sus siglas en ingles «non-GMO». Lo cual significa que usan materias primas que no han sido fruto de manipulación en sus genes.
El uso de pesticidas varia mucho de un país a otro, no obstante los productos más comunes en la alimentación que son fruto de manipulación genética y con los cuales existe siempre un riesgo de que provengan de la ingeniería genética son:
1. Maíz. El maíz en grano y sus productos: harina de maíz, aceite, almidón, gluten y sirope de maíz. Edulcorantes como la fructosa, dextrosa y glucosa.
2. Azúcar de remolacha. Generalmente cuando no se especifica que un azúcar es 100 % de caña de azúcar, suele contener azúcar de remolacha.
3. Soja. La harina, lecitina, proteína, aislados de proteína, isoflavonas, aceite vegetal y proteína vegetal de soja.
4. Canola. El aceite de canola.
5. Algodón: El aceite de semillas de algodón.
Usted se sorprenderá cuando lea las etiquetas en los supermercados pues verá que en productos tan diversos como una gaseosa, una salsa o una sopa, está presentes varios de estos productos transgénicos.
La alfalfa también ha sido ahora modificada por la ingeniería química y se está empezando a usar masivamente para alimentar ganado.
Para quienes viven en Estados Unidos existe una lista con marcas que producen alimentos libres de GMO la cual pueden encontrar en http://bit.ly/1lBFVai
Recordemos entonces que siempre comprando orgánico aseguramos no estar consumiendo productos derivados de ingeniería genética. Ayudamos al planeta y garantizamos que nuestra salud no se afecte por cuenta de estos pesticidas fatídicos.
Volver a la naturaleza consumiendo principalmente plantas integrales sin procesar de procedencia ecológica va a ser para nosotros de un beneficio notable tanto en salud como en nuestro nivel de energía y vitalidad.